Iba por Fuencarral, 10:40
a Sol a encontrarme con Dinora.
He visto el orgullo de clase, caminar delante de mí, eso que está
desapareciendo. Era un chico, antes se llamaba chico de los recados, de unos 20
años, con un uniforme verde a juego con el color del carro, su amigo de
trabajos. Lo llevaba como un apéndice de sí mismo, pero lo maravilloso es el
modo en el cuál modulaba su cuerpo a cada paso, como en una danza. La cabeza
bien alta, los hombros oscilaban rítmicamente en cada paso unos cinco
centímetros en el aire. Movimiento feliz. Llevaba cascos, quizá escuchara una
música. El carro vacío. Estaba orgulloso de su pasear, hacía frío, pero el
ocupaba un lugar, seguía una senda, con su apéndice, era alguien. Sabía lo que
tenía que hacer, sabía quién era. Pertenecía a una clase que se ve despoblada
de orgullo, como en derribo, pero el no. Transmitía una dicha de quién sabe
quién es. Probablemente no conozca a la prima de riesgo, ni sepa nada de
Keynes, ni de Samuelson, pero sí sabía quien era. Movía el aire en su
transitar. Manifestación de realidad
alegre, quizá no se sabía heredero de un millón de luchas anteriores, de tanta
gente vilipendiada, humillada por crear, defender y transmitir unos derechos
que están dinamitando. No importa, pero su orgullo
transmitía vida, posibilidad, y eso me ha llenado de alegría. Siempre hay que
saber de dónde uno viene, nunca hay que olvidar el inicio y sobre todo lucir el
orgullo de clase. Dignidad.
ole ole y ole
ResponderEliminarqué bonito¡¡¡¡ Toñi
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