miércoles, 27 de marzo de 2013

Battiato





 Aún estoy conmocionada. Han sido necesarios estos seis días para que me serene. Fue el pasado 21 cuando se esperaba el concierto de Battiato, Franco Battiato, ya en la primavera, oficialmente, en el día de la poesía y no te lo vas a creer, asomé el hocico por si la magia estaba de mi lado. No había podido conseguir entradas, la semana vino cargada de dificultades pero pude...... , lo cuál demuestra una vez más que tras algo adverso siempre encuentras una esperanza, que no Aguirre y...... Entré, en la pista a escasos dos metros del enviado especial de la armonía del universo en la tierra, alias Franco Battiato. Yo fui vestida de domingo, con un leve tacón, que aguantó dulcemente los envites de mis saltos durante las dos horas que duró la plenitud de un concierto más que regio. Sólo poder contemplar el movimiento de esas manos que acariciaban el aire en su transitar, podría ser comparable a la sensación acaecida en Cova de Iría (Fátima). Vamos que gocé como Santa Teresa lo habría hecho o como el mismísimo Yalál al-Dín Rúmí o si me apuras cual Derviche tournel que gira, no te digo más. 
La grandeza de una existencia se compone tanto de lo que aceptas como de lo que rechazas y eso con el tiempo se refleja en el rostro. Su rostro, enviaba especialmente mensajes cifrados de quién supo elegir, con la certeza de la equilibrada sabiduría, que otorga la paz interior. Regaló serenidad a todo aquel que supo verlo. La música envolvía las almas en un todo, de tal manera que su suma era mayor que los cuerpos congregados. Y la palabra, el verbo, ese maravilloso uso de palabras denostadas, desplazadas por el tiempo, palabras antiguas que le escuchaba a mi abuela, ajustador, crepúsculo, espina dorsal, embustero..... convertían las canciones en verdaderas obras de arte.
Me atrevería a decir que su interior había descubierto el origen y el destino de todo. El movimiento aparente de lo que permanece sin la necesidad de desplazarse a ningún lugar, por que ya está allí, dentro y fuera a la vez. Y todo ello con sencillez, sin afectación, carente de oropeles y de histrionismo, majestuoso y noble a partes iguales, sin agitar.
Salí del lugar, agitada por dentro, subida a mis leves tacones, convertidos en alas, con chispas de fuego en mi interior y el animal que yo llevo dentro comenzó a dejarme ser feliz y supe, con una fuerza más que prístina, que ese animal te ama a ti.